jueves, 25 de octubre de 2007

Competencia e importaciones chinas

Cuando quiero comprar tomates los consigo a un precio razonable porque a pocos metros hay otro puesto donde venden los mismos tomates y a un menor precio si hace falta. Si mi verdulero intenta tomarme el pelo, me voy a la competencia. Para un economista competir tiene poco que ver con sudar o con esfuerzos titánicos sino con vendedores que intentan ganarme como cliente.

A los economistas nos gusta la competencia porque en última instancia son los consumidores los que se benefician de unos precios razonables.

Es con ese argumento que la Unión Europea defendió en 1995 la apertura de nuestro mercado a las importaciones textiles chinas —a pesar del daño que causaría a la industria local. Unas importaciones baratas tendrían que haberse traducido ropa más barata. Pero no parece que esto sea lo que está ocurriendo, informa El País. En el Reino Unido, con una economía mucho más abierta, las importaciones parecen explicar una caida considerable en los precios minoristas de ropa. En otros paises europeos, sin embargo, hay algo no está funcionando.


Tenemos algunas pistas sobre quién se está quedando con ese margen pero la pregunta del millón es: ¿cómo lo están consiguiendo? Las autoridades de defensa de la competencia deberían tener algo más que urgencia por responder a esta pregunta.

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