La familia A pide una hipoteca a la casa de préstamos B que a su vez vende esta deuda al fondo de inversión C que por su parte está participado por el banco D.
El resultado final es que es el banco quien ha realmente prestado dinero a la familia de modo que si ésta no paga, es el banco el que pierde. Si esto lo complicamos un poco más, con varias formas de transferir esa deuda a los bancos —a cada cual más sofisticada— nos encontramos con que los bancos acaban por no saber demasiado bien cuánto riesgo están asumiendo, y los demás sabemos aún menos qué bancos están expuestos a ese riesgo y hasta qué punto.
Si por cualquier motivo las familias dejan de pagar, nadie querrá prestar a unos bancos que no sabemos cuántos problemas tienen ni si nos devolverán el dinero.
A partir de principios de agosto ni siquiera los los bancos mismos se prestaban entre ellos; el mercado interbancario —de donde los bancos obtienen financiación a corto plazo para operar— amenazaba con colapsar. Es en ese momento que el ECB decide empezar a prestar dinero a los bancos con carácter extraordinario —las famosas “inyecciones de liquidez” no son más que eso: préstamos del banco central a los bancos comerciales. De momento parece que el ECB ha conseguido desactivar una crisis que podría haber sido de categoría.
Hay más detalles, pero ésa es, básicamente, la historia detrás de la crisis de crédito que empezó en agosto y que aún no sabemos cuándo terminará. Se trata, pues, de una crisis bancaria clásica que ha sido posible porque los bancos invertían en hipotecas basura de manera de manera indirecta lo que les permitía esquivar los controles de riesgo a que las autoridades monetarias someten normalmente a los bancos comerciales.
Por ahí se pueden encontrar algunas explicaciones como la de Wikipedia, que no está mal, aunque personalmente prefiero a Martin Wolf y su colección de preguntas y respuestas sobre la crisis.
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